Se puede afirmar, en general, que los intercambios formales de correo electrónico no deben contener estos signos.
En el caso de correspondencia con personas a las que nos una cierta familiaridad, pueden incluirse emoticonos (símbolos diseñados con signos del teclado) o emojis (imágenes o iconos digitales), aunque pocos, y teniendo siempre en cuenta algunas cuestiones importantes.
En primer lugar, el emoji que aparece en nuestra pantalla puede tener rasgos muy diferentes de los que se muestren al destinatario: muchos programas y sistemas operativos tienen su diseño particular, que no coincidirá con los de otros. Además, la interpretación que reciban dependerá precisamente de rasgos difíciles de captar por su pequeño tamaño; por ejemplo, la cara con lágrimas puede leerse como “llorando de pena” o “llorando de risa”, o incluso de cuestiones culturales: muchos se interpretan de diferentes maneras en según qué países.